(Entradilla para el programa de radio Encuentros RadioLabUGR #UGRenCasa del miércoles 6 de mayo)
No sé a vosotros, pero a mí aún me asalta esa sensación de que todo esto es como un sueño, como un mal capítulo de Black Mirror, y que en algún momento me despertaré y todo será normal como antes. Pero luego me asalta la sensación contraria, de que vivimos en una “nueva normalidad”, de que nos han cambiado las reglas del juego y que tenemos que acostumbrarnos a ellas, antes, quizá, de que vuelvan a cambiar.
Hemos perdido muchas cosas, es verdad: no podemos quedar para tomar algo en alguna terraza, no podemos ir a cualquier tienda, no podemos ir a bañarnos a la playa, no podemos pasear libremente a cualquier hora; hemos perdido, en definitiva, nuestra libertad. Bueno, más bien la hemos aplazado, la hemos sacrificado en pro de nuestra seguridad, para poder recuperarla más adelante, somos menos libres ahora para serlo más en el futuro. Y eso, sobre todo, es lo que hemos perdido, el futuro, nuestra capacidad de hacer planes, ya no de aquí al mes que viene, ni siquiera a la semana que viene. Hemos estado a punto de no prorrogar el estado de alarma, con lo que la situación, la semana que viene, podría ser distinta.
Pero vamos a centrarnos en lo que hemos ganado, que precisamente es tiempo, en el sentido de perspectiva. Estamos descubriendo que las ciudades podrían ser para las personas y no para los coches, que el aire es más limpio, que hay menos ruido, que se puede vivir mejor simplemente con menos. Estamos descubriendo también que no podíamos ir siempre con prisas por la vida, que ésta nos ha frenado en seco, que la vida hay que paladearla con lentitud, con pausa, disfrutando cada momento, que, como decía el poeta David Wojnarowicz (Voynaravits), “huele las flores mientras puedas”.