
Mad Men se confirma como una de las mejores series de la TV, a la altura de The Wire o Los Soprano. El último capítulo ha establecido perfectamente las bases de las tramas de la temporada final de una manera magistral, y tiene toda la pinta de que el cierra va a ser espectacular. El drama de AMC comenzó de manera sutil aunque potente, pero si el cierre es como promete, la serie va a quedar redonda.
Mad Men, una serie dramática centrada en los publicistas de Madison Avenue (de ahí lo de Mad Men, no sólo por lo de «hombres locos»), ha evolucionado de manera perfecta cerrando con un eje muy claro: el cambio de era que hizo caer a muchos hombres y su modus vivendi. La serie, al igual que ocurría con las mencionadas The Wire o Los Sopranos, es tan sutil que parece que no está ocurriendo nada… pero está ocurriendo todo. Con sólo un plano fijo y un elocuente juego de miradas es capaz de contarte cómo todo el mundo laboral está cambiando con la irrupción de la mujer en un mundo predominantemente machista, donde es normal fumar y beber hasta el hastío mientras se trabaja en los despachos, y cada uno tiene su sitio.

Tras la gran caída, el protagonista, Don Draper, ha tocado fondo y ahora sólo queda levantarse, renacer como el Ave Fénix, volver a demostrar, desde abajo, por qué es el mejor. Como él mismo afirma, aunque sea indirectamente, su mejor creación como publicista ha sido él mismo. Sólo hay un camino: volver a conseguir llegar hasta donde estaba, mediante el trabajo duro. Después de las humillaciones recibidas, y comprendiendo que ahora no es nadie en la empresa de la que es socio y fundador, ha de retomar el trabajo desde abajo, como un principiante más. Su brillo ha desaparecido bajo una capa de polvo, pero él sigue ahí, con los 60 como fuerza motora revolucionaria. Si en anteriores capítulos no entendía la (r)evolución que Lennon proponía en Tomorrow Never Knows, ahora va a ser él el que se transforme en una fuerza de cambio social.

La historia de Don Draper es la historia del hombre moderno. La revolución tecnológica está comenzando, como se muestra con el nuevo ordenador que se está instalando en las oficinas, y que sustituye, además, toda el área creativa de manera muy gráfica. Y Don está empezando a vislumbrar que esa revolución lo cambiará todo. ¿Será capaz de adelantarse a su tiempo y mostrar que Don Draper es él, ese genio que deslumbraba a todos? ¿Que era capaz de asociar un producto a una emoción, como hizo en la primera temporada con el carrusel de Kodak y los recuerdos? Las bases están puestas, pero sólo él es capaz de mostrarnos si es el Ave Fénix, el renacedor, el único capaz de caer de pie como los gatos, como se muestra en los créditos de inicio.
Don Draper va camino ya de ser un dios más del panteón de los personajes inmortales de series televisivas, sólo tiene que mostrar de nuevo sus cartas y volver a demostrar que él fue quien nos mostró otra manera de ver y entender la publicidad a la vez que nos muestran la caída y el auge del hombre moderno.
Qué alegría ver el aviso de una entrada en el ‘Prosumidor social’, que además es fantástica.
Yo he visto varios capítulos de la primera temporada y quiero seguir con ella. Me parece muy triste. Me recuerda a Revolutionary Road, la película de Sam Mendes: pensamos que vivimos tiempos revueltos y nada fáciles, pero estas películas -que hacen como documentales de la época- ya muestran los cambios que venían y que las cosas comenzaban a cambiar, bajo la estabilidad aparente de la superficie: de ahí la caída de Draper y todos los demás.
Ojalá esta entrada anime a muchos a ponerse ‘manos a a obra’, digo ‘ojos a la pantalla’!!
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